jueves, 31 de diciembre de 2020

Zeke

    Hay un clima hermoso de 25 °C, el sol se empeña en dar la última hora de luz del día mientras preparo el asiento y la computadora. Abro la ventana y dejo que un par de rayos alcancen mi cuerpo. 
    Si tuviera(mos) que describir el 2020 con una sola palabra sería atípico. Atípico en el sentido de ser diferente a los años pasados en un montón de cuestiones, y no me remito sólo a lo personal sino, como todos los que seguimos aquí ya sabemos, a la pandemia que se presentó en todo el planeta y la cual sigue sucediendo hasta el día de hoy. 
    A finales del año pasado contemplaba algunas cosas que consideraba importante realizar en el transcurso del presente, las cuales traté de comenzar desde enero y, al igual que el anterior año, deseaba con todas mis fuerzas cumplirlas rápida y furtivamente para tratar de sentirme mejor conmigo mismo: manteniéndome ocupado del ocio y la otredad que en otros años me había enfrascado. Al principio parecía todo ir en orden hasta que las noticias de salubridad comenzaron a hablar del virus de una manera ascendente, la cual en marzo ya era toda una realidad, al menos hablando del país. 
    Así sin más comenzó todo el meollo de este mencionado atípico año. La cuarentena que se tornó en nueva normalidad y la ignorancia de todos nosotros sigue tratando de asimilar un montón de circunstancias que se derivaron poco a poco de dicha situación, las cuales fueron presentándose con el transcurso de los días yendo desde desempleos, contagios más recurrentes y la mortalidad misma de nuestros seres queridos. Sin embargo, seguimos aquí, siendo participes de todo este embrollo que nos empuja a regañadientes, recordándonos que la vida sigue y no hay mucho que podamos hacer para revertirlo. Queda el ahora, la vacuna que se programa para combatir la pandemia y el montón de acciones que tenemos que seguir realizando para enfrentar el porvenir. 
    El sol ha descendido ya por entre los cerros que se asoman por mi ventana y no hay mucho que quiera seguir contando por acá. El clima sigue estando de puta madre y por mi parte esta noche estaré embriagándome un poco en casa mientras platico remotamente con amigos a los que añoro volver a abrazar una vez más. 
    Cae la noche. Persistimos. 




miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mi elemento


 

Tan sólo estando así contigo

Veo mi elemento, veo mi elemento
Tan sólo estando así contigo,
Yo veo mi elemento, veo en el silencio
Veo en el silencio, amor
Tan sólo estando así contigo,
Veo mi elemento, veo mi elemento,
Yo veo en el silencio, yo veo mi elemento, amor
Y se desvive el alba entre los árboles
Rotos de luz y sombra
Rotos de luz y sombra
Y se desvive el alba entre los árboles
Rotos de luz y sombra
Rotos de luz y sombra
Tan sólo estando así contigo
Veo mi elemento, veo mi elemento
Veo en el silencio, amor
Veo en el silencio, amor
Veo mi elemento, amor.
Y para escapar de tu sueño
Lo que yo hago es subirme
En un fuego que pase
¡Y el resplandor
Se habrá marchado ya de mi piel
Cuando en cenizas se torne el cristal
Oh, que fantástico viaje!
Y como arena corre el día
Día que sigue a la noche
Día que sigue la noche púrpura
Y en mi retina yo separo
El agua del cielo tenue
El agua del cielo tenue
El agua del cielo tenue
Y tan sólo estando así contigo
Veo mi elemento
Veo mi elemento
Veo en el silencio, amor
Veo en el silencio, amor
Veo en el silencio, amor
Veo mi elemento, amor
Yo veo en el silencio, amor
Veo mi elemento, amor
Veo en el silencio, amor
Veo mi elemento, amor

Luis Alberto Spinetta

martes, 10 de noviembre de 2020

Arena

    Todo ha de girar siempre. 
    Me lo digo al momento. Me lo dije hace tiempo. Me lo dije en el lienzo que plasmaba de retratos insensibles en los que plasmaba rostros de transeúntes regios en los que proyectaba mi inseguridad hace ocho años. Me lo digo ahora, justo después del comienzo, antes de la finalización de todo esto.
    ¿Qué es todo esto sino el climax de la inseguridad de mi temporalidad? Son las no-me-acuerdo con veinti-tantos-minutos. Hace un vergo de calor. De aquellos. De los que causan hipo con un trago de cerveza bien helada. De los que hacen recordar la fragilidad de los veinti-tantos y la belleza de tu amada. La que creías era tu amada. A ratos. La que no se quedó contigo. Por pendejo. Porque no no quisiste.  Porque no tuviste los huevos. La que se aparece entre-sueños-siendo-la-indicada- ¿La indicada con-respecto-a-qué? A tus pasos. A tus caprichos. A los ritmos que uno seguía cuando la amistad desaparecía y y aparecía la intangibilidad. La no-atemporalidad. El valeverguismo. La realidad.
    En-este-momento son las ocho-cuarentaicuatro de la noche y hace un calor de chingatumadre. Regreso a mi mente. Regreso a ese momento. Hemos estado en el techo de los departamentos cavilando toda esta mierda. Esa mierda antigua. Haz traído una botella de vino. Me empeño en abrirla con un cuchillo de mesa mientras hablas con tu hermano. Tengo éxito . Mientras tanto, te pido los vasos rojos desechables para servirnos el primer trago. No cuelgas y yo saboreo el primer sorbo mientras diviso el regio valle decadente frente nuestros pies. No-es-tan-tarde. Cuelgas. Olvido las primeras palabras de disculpa mientras me enrolo con las canciones espontáneas que me gustan y pongo reproducir. Es una noche hermosa con unas tonadas buenas de unos-pendejos-de-los-angeles-que-apenas-puedo-recordar. Tu brillo entre las luces y sombras me reluce al momento que vuelco mi mirada hacia ti. Estás hermosa, como siempre. Yo no sé en qué punto me encuentro pero te aseguro que estoy ahí, como si todo estuviese varado mientras observo esa mirada inconclusa viéndome fijamente. 
    

miércoles, 8 de abril de 2020

Out of Season

    En qué consiste esta espera y qué es lo que esperamos en realidad.
    Debajo de mis pies yace un calor apenas perceptible que me aterriza en mi escritorio, orillándome a un silencio triste y pasajero. Encima de ellos circula el denso aire que deja el invierno que se aleja mientras la tarde formula la ineptitud de ahondar aquí. Pero persisto.
    Abunda un silencio perpetuo entre la formulación de una idea y el teclear de palabras desplegadas en el procesador de texto. Puedo cuantificarlo sí, realizar una bitácora con una nomenclatura excelsa que me permita después desplegar estadísticas en tiempo y forma y, a su vez, graficarlas y distribuirlas conforme las necesidades del cliente y lo que aún no sabe que necesita. Pero no hay cliente y el tiempo, aparentemente, sobra, aunque al instante replique que de todo lo que puede sobrar en estos días el tiempo es el menos indicado.
    Entonces, no me sobra el tiempo. Son las 14:09 horas. Hace una tarde nublada y aburrida. Habito junto al silencio triste que sé es sólo pasajero y trato de meditar una razonable explicación para tener que sentarme aquí. Fracaso. Y como en todos los fracasos me permito el sentimiento de la huida, del escape de este lugar, aunque se trate de unos momentos, de unos segundos en que la libertad se presente y me libre de este cuerpo, de estas ataduras que me pesan y me niegan la libertad hacia la nada. Y qué es la nada sino un lugar sin espera, sin realidades, sin ideas, sin palabras ni cuantificaciones. Un lugar que no es lugar. Un instante en el que no estoy aquí a las 14:09. Sin tiempo que sobre o falte. Una utopía.
    Vuelvo a mi asiento sin saber si he regresado, escuchando un timbre a lo lejos que procede de un grito incomprensible, un murmullo suburbano. Son las 14:10. Exhalo una suave bocanada mientras el sentimiento de la espera se vuelve a encarnar en mí, sin saber qué es lo que se espera, sin saber qué es la realidad.



domingo, 29 de marzo de 2020

Casa

    Todo el tiempo que tengo libre busco tenerlo en casa. Al pensarlo, idealizo que es algo de los últimos años pero al analizarlo bien me doy cuenta de que va de muchos años atrás. Es extraño, cómo el sentimiento o la idea que se tiene sobre el comienzo de tal o cual actitud me remonta primeramente a la conciencia del comienzo del mismo, pero después y casi al instante descubro las bases de como fue esta actitud desarrollándose sin que fuera de golpe.
    Podría asegurar que este tipo de actitud hogareña se remonta a la secundaria, cuando comencé a refugiarme más en casa para consumir televisión de paga y videojuegos, casi a tiempo completo. Sin embargo, yendo más atrás en la linea del tiempo lo logro observar: el pequeño yo, deportista y entusiasta de los arcades, terminando y refugiándose siempre en casa para emprender cualquier actividad que me permitiera estar solo. Y no necesariamente solo, porque siempre había un mejor amigo que venía a casa para jugar con el montón de muñecos de acción que tenía y que, siempre, lográbamos inventar diferentes historias para pasar el rato. A veces era eso, en otras los videojuegos nos consumían toda la tarde, hasta que el silencio se encargaba de dejarnos disfrutar de los finales sin decir una palabra.
    Hoy no es mucha la diferencia. Me gusta estar demasiado en casa, refugiado del calor de Monterrey y del ruido suburbano. La mañana se va rápido haciendo un rico desayuno con café para mi prometida para después ver mis podcast en la sala, siendo mi única preocupación enviar algunos correos de seguimiento para los proyectos del trabajo. Los videojuegos ,de unos años para acá, se han vuelto nuevamente algo importante para mí, lo cual me mantiene ocupado en largas horas del día.
    Todo el tiempo que tengo libre busco tenerlo en casa. Disfruto mucho de ello. Ahorita mismo debería de estar haciendo algo de limpieza pero opté por escribir un poquito aquí, porque es algo que también gocé demasiado en una parte de mi vida. Y qué es la vida sino lo que está sucediendo mientras haces un montón de cosas.


miércoles, 18 de marzo de 2020

Buen viaje

    Bien podríamos haber dado la vuelta. Saber entender la emboscada: Complemento. Saber desencontrarnos. Cabizbajo y sobresaltado por la situación pude haber claudicado. Vomitado. Huido a raíz del centenar de sentimientos encontrados que surgían del impacto: Suma física. Nada de esto sucedió. ¿Lo nulo?
    Ahí estábamos nuevamente: Superposición. Sin poder comprender que el pasado nos enlazaba y que era el mismo pasado quien nos separaba para una nueva aventura. La más inesperada y así mismo infravalorada de todas: Yuxtaposición. ¿Y qué cosa es aparte de mi el otro individuo sustancial? ¿Quién o qué cosa? ¿La nada? ¿El todo? 
    El mundo. 


martes, 31 de diciembre de 2019

Caudal



    Tendría que decidirme si esta taza de café la haré con o sin canela, pero no importa mucho en verdad. Me digo esto al momento en que apago el agua de la estufa ya hirviendo y tomo asiento en mi cocina, observando el que es mi hogar desde hace un año. ¿Qué tantas cosas hay por pensar y qué tantas otras dejo a la expectativa de que estallen al momento? Tal vez con el primer sorbo de café lograría interpretar mejor la respuesta.
    Han pasado un montón de situaciones en este año que no logro enfocarme por dónde comenzar a recapitular este memorandum. Podría suponer que esto último es algo bueno pero no habrá absolutos en esta ocasión. Habría que, al menos, esperar a terminar la primera taza de café y beber un vaso de agua, iniciar a indagar entre el bullicio del ruido de la calle y tratar de sumergirme en la fuerte corriente de ideas vagas que me hicieran recordar los tropiezos y los aciertos y, por ende, toda la amalgama de espacio gris que circunde y que no es más que el verdadero espectro del que se nutre la existencia.
    El café caliente toca mis labios y pienso en que lo que dejamos detrás no es más que un reflejo de lo que se tiene el día de hoy, y es precisamente esto lo que me mantiene a flote, subyacente y atento a lo que se presente al instante sin descuidar ese montón de planes que se generan como ramas en el árbol llamado vida. Qué es el tiempo sino esa conjunción de circunstancias que se amontonan durante las inhalaciones y exhalaciones que fluyen en nuestro movimiento, actividades que se cuantifican en el sin cesar de pestañeos y los silencios que nos empapan de supuesta realidad.
    Hierve de nuevo el agua en la estufa y la segunda taza de café se presenta como la lluvia fuera de casa con sorpresa, anunciando el termino de un decenio y no de una década como muchos comienzan a especular. Los amigos llegan y se van al igual que la familia, pero siguen presentes como el sonido de las aves y el ruido suburbano en que todavía procuro habitar. Es aquí el lapso correcto del análisis, es aquí cuando aparece el parpadeo perpetuo de sentir lo que se repercute de la relación humana, las risas y los desconciertos que quedan marcadas en la piel de la memoria y los suspiros que emergen de lo más profundo del ser hasta descubrirnos como lo que prevalece, como lo que ahora somos.
    Qué es la plenitud. Qué es esta extraña sensación de tranquilidad que emerge bajo las orejas mientras pasan los amaneceres a nuestras espaldas, esas olas de brillante color que llegan y me observan conducir hacia el poniente, en un cumplimiento de rutina en el que te entrego y te pierdo para sufrir así las restricciones del mundo capitalista que habitamos. Es la vida en pareja lo que hoy nos custodia y es la dicha misma de abrigo lo que me acontece, manteniéndome ocupado tu felicidad y júbilo de maneras que nunca antes tuve.
    ¿Es el amor el cumplimiento de responsabilidades de pareja preestablecidas o es la locura de aislarnos en un baile cíclico de dolor innecesario y socialmente aceptable? Pienso que ocuparía el resto de mis días en averiguar lo que ya comencé, en aceptar una y otra vez esa aventura interminable en la que no titubearía en emprender nuevamente sin temor al fracaso como en años pasados. Y es gracias a esos miedos y pensamientos remotos que alzo la mirada hacia el horizonte en búsqueda de lo añorado, dispuesto a quebrantar hasta el más mínimo recelo y rencor.
    Llueve y es el instante mismo de partir o de llegar, de nadar con la corriente y olvidar el forcejeo cultural en el que todo tiempo pasado fue mejor. Spinetta canta y nos desvela que mañana es mejor.
    Persisto.